miércoles, 18 de septiembre de 2019

Viajar a Grecia

Nunca me había tentado Grecia. Tal vez algo de rechazo inconsciente hacia esos destinos soñados, una rebeldía adquirida contra esas maravillas turísticas que todo el mundo tiene la obligación de visitar al menos una vez en la vida, o quizás fuese el miedo a sufrir una indigestión de piedras viejas o un atragante empalagoso de ruinas helénicas. No lo sé, pero era así, en toda mi vida había tenido la tentación de ir a Grecia. Fue Enrique el que descolocó mi tranquilidad, el que me inyectó la duda en el cuerpo, el que hizo vacilar mi ánimo acomodado. Bueno, más que Enrique fue la posibilidad de acompañarle en este viaje que se organizaba al rebufo de su setenta cumpleaños. Con Enrique he disfrutado mucho en muchos viajes. He tenido la suerte de paladear de cerca su compañía, su sentido del humor, su tranquilidad y su ironía. Y me gusta, siempre me ha gustado. Me gusta él, me gusta su forma de entender esto que llamamos vida y me gusta esa sencillez tan difícil de alcanzar a la hora de desmenuzar lo complicado. Por eso, llegados a este punto, pensé que si yo tenía algún día que conocer Grecia, ésta era la ocasión. Y m apunté. Y otros diez pensamos lo mismo.

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