sábado, 21 de septiembre de 2019

Cabo Sunión, la fusión de Atenas con el mar

A unos 65 km de la capital la península de Ática, en la que se encuentra Atenas, la tierra deja de serlo para convertirse en mar. Estamos en el cabo Sunión, un enclave especial, uno de los rincones más bonitos del país y un punto de referencia estratégico en el mundo griego antiguo durante siglos, un lugar de capital importancia para los atenienses.

Hay que acercarse hasta aquí para conocer de cerca la sensación que podían experimentar los antiguos griegos rodeados de agua, enfrentados a aquel mar, empequeñecidos por aquel ser todopoderoso, inabarcable, desconocido, infinito. Allí, en lo más alto, como no podía ser de otra manera, dominando el horizonte, se encuentra el templo de Poseidón, el dios de los mares, ese dios iracundo al que los atenienses querían apaciguar porque cuando se enfadaba provocaba hundimientos, terremotos y naufragios. Aunque prácticamente casi no quedan restos, se sabe que aquí y a poca distancia, se alzaba también otro templo importante, el de Atenea, la gran diosa ateniense de la guerra que dio nombre a la ciudad.


Durante las guerras médicas, el gran conflicto armado entre griegos y persas, los dos templos del cabo fueron arrasados y quedaron en ruinas hasta que, gobernando en Atenas Pericles ordenó su reconstrucción. A la par se levantó un recinto amurallado en la zona, lo que la convirtió en una de las fortalezas más importantes de Atenas. Las ruinas que podemos apreciar hoy en día en el cabo Sunión son lo que queda de aquella reconstrucción.

La historia de Grecia está siempre acompañada de relatos mitológicos que la entretienen, la colorean y la embellecen. Se dice que el rey Minos de Creta había humillado y sometido a Atenas. Los atenienses estaban obligados a enviar todos los años a siete hombres jóvenes y siete vírgenes para ser devorados por el Minotauro, como tributo en sangre. Teseo el hijo Egeo, rey de Atenas, quiso romper el sometimiento y decidió ser enviado con los otros jóvenes a Creta para matar al Minotauro. Antes de partir su padre le dijo que en caso de victoria cambiase las velas negras de su barco por otras de color blanco porque así él, que estaría en el cabo Sunión esperando su llegada, sería conocedor adelantado de su victoria. Efectivamente Teseo venció al Minotauro pero, nublado por la euforia del éxito y la fogosidad de su amada, no se acordó de cambiar las velas. Desconsolado Egeo al ver la llegada del barco con velas negras decidió acabar con su vida tirandose al mar desde el cabo. Así, en este pedazo de tierra tan pequeño se habría gestado el nombre de un mar tan grande.

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