jueves, 26 de septiembre de 2019

El puente soñado





El sueño nacional de los griegos, el anhelo por el que llevaban siglos suspirando, se hizo realidad un día de agosto de 2004. Por fin un puente unía la parte norte del Peloponeso con el resto de Grecia, por fin se podía llegar hasta Patras sin bajarse del coche y sin coger el transbordador. 

Este regalo de los dioses (y de la hucha europea) es el puente que une las localidades de Río y Antirio, un puente espectacular que salva 2.500 metros de un plumazo, una obra de ingeniería del más alto nivel, que tuvo que superar dificultades técnicas importantes para poder ver la luz, ya que se trata de una zona con una fuerte actividad sísmica y el fondo marino sobre el que se sustenta es inestable. Está formado por cinco tramos y el tablero continuo de 2.250 m lo convierten en el puente atirantado más largo del mundo.

En cualquier caso, además del gran acercamiento y del ahorro de tiempo que supone en los desplazamientos, el nuevo puente es de una belleza llamativa, espectacular, atravesarlo es presenciar en directo un festival de líneas magistrales confluyentes, es pasear en coche por un dibujo sencillo de formas atrevidas, un rato para disfrutar de ese armónico acoplamiento que la ciencia y la naturaleza nos regalan de vez en cuando y paladear de cerca un contraste atrevido de colores impregnado con sabores de mar. Una maravilla.


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