viernes, 27 de septiembre de 2019

Meteora, visita a los monasterios imposibles

Monaterio de Roussanou
Está claro que vivir aquí tiene que ser vivir en otro mundo. De lo veinticuatro monasterios que hubo en su día subsisten y son visitables seis: Gran Meteoro, Santísima Trinidad, Varlam, Roussanou, San Esteban y San Nicolás. Todos están en la cima de riscos escarpados y resulta difícilmente imaginable la cantidad de maravillas que han tenido que hacerse para construir esos edificios en estos lugares prácticamente imposibles. Hoy se han habilitado accesos para poder acoger a los visitantes que acuden a conocer este lugares increíbles pero, durante lustros, personas y mercancías han tenido que subir izados por cuerdas y poleas, por medio de escalas manuales o por un precario ascensor que colgaba de alguno de los salientes de los edificios.

Al entrar en el de Roussanou, tras subir unos 140 escalones y atravesar dos puentes de piedra, uno tiene la sensación de entrar en un lugar especial, de introducirse en un remanso de paz y de poder disfrutar de unas vistas realmente espectaculares, aunque realmente las vistas son únicas desde cualquiera de los monasterios o desde cualquiera de las cimas rocosas del entorno. No cabe duda de que es un espacio ideal para el recogimiento y la meditación. Éste de Roussanou está ocupado en la actualidad por 13 monjas.

Monasterio de San Esteban

Las sensaciones que se perciben en Meteora son muy personales y diferentes para cada visitante pero es un lugar que sorprende y encanta, no deja a nadie decepcionado ni indiferente. Hasta aquí llegan fieles en peregrinación, amantes de la naturaleza, potenciales eremitas, ojeadores fotográficos, parejas de enamorados o gente de cualquier condición dispuesta a sorprenderse con estas arquitecturas imposibles. No se imaginaban los monjes de antaño el abarrote al que iban a estar sometidos sus lugares de recogimiento. El otro monasterio ocupado por monjas es el de San Esteban (en los demás viven monjes). Fue bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial y abandonado hasta 1961, que se volvió a ocupar por esta congregación religiosa. Es un edificio grande, robusto, sólido, al que ahora se accede fácilmente a través de un puente. En el interior se disfruta, entre otras cosas, de unas vistas estupendas al valle y de unos frescos preciosos que relatan el maltrato sufrido por los griegos durante la ocupación otomana.


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